viernes, 28 de noviembre de 2014

Feliz

Feliz

Por ser madre, hermana,
Tan sólo por ser mujer,
Yo digo y aseguro
Que fuí feliz ayer.

Por tener una familia
Con dos hijas y un esposo,
Yo grito a los cuatro vientos
Que soy feliz con gozo.

Por mis plantas y mascotas,
Que cuido con esmero,
Esta tarde de Agosto
Soy feliz sin ningún pero.

Por estar en esta clase
Tan ansiada en la semana,
Estoy más que segura
Que seré feliz mañana.

Por estar viva y ser pensante,
Con toda certeza Fe doy
Que aunque hayan detalles

Soy muy feliz Hoy.



sábado, 25 de enero de 2014

El Hilo Invisible de la Historia

Nuestra Obra, realizada a partir de nuestras propias historias. Taller de Teatro 2013, en casa de la Cultura Anselmo Cádiz, El Bosque.







jueves, 22 de agosto de 2013

Una Razón para Vivir

En 1998 tenía 17 años, era una adolescente desorientada y depresiva que no sentía ganas de vivir, en casa la vida y la convivencia eran difíciles, los problemas económicos y las rebeldías de mi hermana menor hacían insoportable pasar un tiempo allí, cada vez que me encontraba varada en casa sólo oía quejas y discusiones, buscaba refugio en el dormitorio que compartía con mis 2 hermanos pequeños por lo que era realmente imposible hallar un momento de paz ahí. Por esa razón dilataba lo más que podía mi llegada, alargaba las jornadas al máximo con tal de no encontrarme con nadie despierto cuando volviera. Realmente mi vida era un asco, sentía un vacío inmenso y nada me motivaba lo suficiente como para esforzarme, los fines de semana los pasaba en fiestas y celebraciones con amigos de carrete, pero la verdad era que no sentía ningún incentivo en ello, supongo que prefería estar con mis compañeros de fiesta que sentirme un estorbo y una molestia en casa. Tenía una especie de relación amorosa con un chico un par de años mayor, pero en realidad no era más que alguien para no estar sola. No tenía más ganas de vivir, mi vida no tenía sentido y mientras más buscaba y meditaba alguna excusa para mi existencia, menos veía algo que me atara a este mundo, pensé que quitarme la vida era lo más real y próximo que podía hacer. Una tarde de enero, cuando el termómetro marcaba la temperatura más alta en la historia de Chile por el bendito Fenómeno del Niño, empecé a caminar ideando en mi cabeza la forma menos dolorosa y más dramática para llevar a cabo mi plan suicida. En la plaza las personas se bañaban en las piletas con 37 grados de calor y en las noticias mostraban a la gente de Concepción con 40,3 grados desesperada y yo, en medio de la multitud ajena a este fenómeno de la naturaleza sintiendo que mi insignificante existencia pasaba desapercibida y que sería mejor dejarlo hasta ahí, total para nadie habría gran diferencia, la vida sigue igual versaba una canción a lo lejos…
Sin nada claro en mi cabeza llegué a la casa y tomé mi agenda para escribir las que serían mis últimas palabras, al menos debía dejar un registro de mis razones pensé, entonces abrí la página del calendario y noté que en este mes no estaban marcados los 4 días que religiosamente anotaba cada mes, la visitante estrella, la que venía todos los mese sin tardanza este mes, justo este mes, no aparecía, pensé en las consecuencias de todo esto y me aterré, ¡ay por Dios! Otro drama más y creí que seguir con mis planes era lo más adecuado. Esa noche no pude dormir, mi cabeza daba vueltas con miles de ideas aterradoras sobre los días siguientes. A la mañana siguiente salí rumbo al liceo, pero me desvié al consultorio, en donde luego de varias horas de espera y avergonzada por tener que explicar la razón de mi visita a cuanta enfermera o secretaria me preguntara, logré que me atendiera la profesional de la salud que correspondía. Me examinó y puso un aparato sobre mí que se sintió helado en mi vientre plano...
Ahí escuché por primera vez los latidos del corazón de mi hija y ahí por primera vez encontré la razón para vivir que necesitaba, y la razón de mi existencia que nunca antes había comprendido.



viernes, 26 de julio de 2013

La Máquina


Estaba aún oscuro cuando desperté, sentí cómo los vellos de mi brazo se erizaban por el frío que hacía en ese momento, me rasqué los ojos para despertar por completo cuando sentí el eco típico que estaba tan acostumbrada a oír, desde siempre ese sonido había acompañado mi vida, me levanté de un salto de la cama y salí de mi habitación en puntillas, la intención no era el no hacer ruido sino que el piso estaba tan helado que mis pies se rehusaban a tocarlo, a medida que avanzaba a través de la oscuridad sentía una mezcla de lástima y orgullo, no sé si existe ese sentimiento pero era justo lo que yo sentía. En mitad de mi trayecto desvíe la ruta y fui a la cocina, encendí el fogón y puse la tetera con poca agua para que hirviera pronto, entonces me devolví y caminé hacia el cuarto  desde dónde provenía el sonido, parecía el ruido que hace una locomotora al deslizarse por las vías, claro que debía ser una locomotora más bien pequeñita o un tren que pasaba a lo lejos ya que el sonido era suave pero permanente, por debajo  se veía la luz encendida, entonces empujé suavemente  la puerta para observar la imagen que tantas veces había visto: ella estaba sentada sobre un cojín en la silla con la espalda arqueada y tan absorta en su trabajo que no notó mi presencia, maquinalmente se quitó un mechón de cabello que le caía sobre la frente y lo puso detrás de la oreja, sin quitar la vista de la costura recta que hacía su máquina, con el pie al compás de una melodía añeja iba creando su obra de arte, llevaba la huincha de medir en el cuello colgada, ya era parte de su atuendo habitual, y siempre de su ropa colgaban hilachas de distintos colores según las costuras que tuviera ese día. Sentí pena por verla trabajar hasta tan tarde, tantas noches en vela para cumplir lo prometido a las señoras elegantes que llegaban por la casa día tras día con sus arreglos y hechuras. Recordé los bellos trajes que esta humilde mujer había fabricado, dignos de una gran tienda  pero con la manufactura de una dueña de casa cansada, vestidos llenos de colores, faldas con ruedos tan grandes que yo cuando niña jugaba a que eran míos y giraba para verlos rodar a mi alrededor,  pequeñitos trajes para muñecas, los que luego eran vendidos en el Supermercado cercano con un embalaje tan sofisticado que parecían de la misma Barbie, yo siempre los quería para mi muñeca y ella me dejaba probárselos mientras terminaba los demás. Incluso el vestido de Novia de mi hermana fue tela en blanco en las manos de mi madre, se veía tan hermosa con su vestido entallado y lleno de blondas y detalles, hasta yo bromeaba que parecía un pastel, jajá.
Estaba con la sonrisa pintada en el rostro por los recuerdos cuando escuché el pitido de la tetera gritando a punto de reventar y corrí a la cocina para callarla, puse una bolsa de té en la taza y le volqué agua hirviendo encima,  revolví con cuidado para no salpicar y la tome con ambas manos para aprovechar el calor, entonces se la llevé a mi madre y me quedé haciéndole compañía un rato, me gustaba mucho ver cómo cosía, yo misma le ayudaba desde pequeña sacando los moldes de las “Burdas” que le enviaba sagradamente mi tía desde Hamburgo (Revista Alemana con patrones para costureras) o hilvanando algún trabajo, claro que no tenía la misma paciencia  a la hora de sentarme frente a la máquina, yo quería que todo saliera rápido y odiaba tener que deshacer si alguna costura me quedaba chueca, en cambio ella podía coser y deshacer cuantas veces fuera necesario hasta quedar conforme con su labor.
De pronto mis sentidos se agudizaron porque oí un timbre a lo lejos, miré a todos lados pero no encontraba cual era su procedencia, sonreí al imaginarme que era la vieja máquina de coser que estaba sonando tan extraño, entonces empecé a escuchar susurros y voces que hablaban a lo lejos algo incoherente, un sollozo algo molesto por lo repetitivo y monótono, y no entendía nada, y todo ese sonido ¿de dónde venía?  Miré a mi madre en busca de respuesta pero ella empezó a desvanecerse frente a mí, a medida que iba volviéndose transparente yo iba sintiendo un pesar sobre mí, una tristeza absoluta que me mantenía quieta en mi sitio, aunque quería avanzar un paso y abrazarla para evitar que se esfumara,  entonces abrí los ojos y volví a la realidad, desperté de mi sueño y miré a los pies de mi cama el vestido negro que yo misma había cosido el día anterior para asistir al funeral de mi madre. Tal vez fue la pastilla que me tomé para calmar los nervios la que me hizo recordar esa noche la forma en que vi a mi madre toda su vida: frente a su vieja máquina de coser realizando costuras para ganarse la vida.

(imagen gentileza de http://3.bp.blogspot.com)

sábado, 25 de mayo de 2013

Amor Prohibido

Y tú me invitas a compartir la cama,
me rodeas con tenazas de lujuria y deseo
quemando mis hombros me arrastras al placer
soportando este peso que no debo.

Desnudos mis muslos se abrazan al momento
pidiendo eternidad a un encuentro furtivo,
tu hombría penetrante humedece mi cuerpo
de mi boca exhalo mucho más que un gemido.

Se estremece mi cuerpo extasiado al final
tu boca rebosa caricias punzantes
se acaba el tiempo, se agotan las horas
mis pechos maduros no quieren dejarte.

Tu cuerpo, mi cuerpo, vibrando al compás
me apego a tu pecho oyendo un latido
inevitable mi instinto de hembra te apresa
y decido quedarme en este amor prohibido.




martes, 30 de abril de 2013

Flashback

De repente tu presencia llena el cuadro
un tostado aroma a grano y me callo,
frases rotas se me vienen a la mente
para no enredarlo todo me las trago.

En la memoria repaso los contras
y una lista de peros se aparece,
luego tú me miras y eso basta,
la luz que irradias resplandece.


domingo, 21 de abril de 2013

Fragmentos...


¿Estaré haciendo lo correcto? Esa frase quema mis recuerdos, ¿qué podía responder? Deshacer todos los preparativos y las decisiones que nos llevaron a este punto  no era una opción, cómo podría yo influir en esta importante decisión y poner mis sentimientos sobre todo, dañar a muchas personas con una simple respuesta, ¡no! no podía, simplemente no podía. 
Nos abrazamos como si nos despidiéramos para siempre, tan fuerte y apretado que sentía los latidos de su corazón a mil por hora, sus lágrimas me mojaron la mejilla y yo sólo deseaba decir: “¡te amo, no es lo correcto! “ Pero me tragué las palabras en un llanto con sabor a hiel, sentía la garganta tan apretada que apenas podía respirar y sabía que debía quebrar ese momento y decir algo positivo, pero me moría por dentro y la amargura no dejaba que las palabras salieran de mi boca. 
Él lloraba y me apretaba cada vez con mayor fuerza, yo me aferraba a él como si fuera a morir y quisiera evitar que el destino cruel lo arrebatara de mi lado, ¿y si tal vez hubiésemos hecho las cosas de otra manera?, ¿si no nos hubiéramos equivocado?, como deseaba borrar el pasado y empezar de nuevo, que el tiempo nos devolviera lo perdido. 
Maldije en mi mente al tiempo por no ofrecernos más, al destino por hacer que nos demos cuenta tarde de lo que debíamos conocer en un principio, maldije todo en lo que creía y me derrumbé…